martes, 5 de abril de 2011

Nuevas Actitudes

LAS ACTITUDES NUEVAS O VALORES QUE EXIGE LA RESURRECCIÓN
“Revestíos del hombre nuevo”



1. LA VIDA: Es un don y tarea, un regalo y una responsabilidad que Dios nos concede a cada uno de nosotros como jóvenes para ser felices y disfrutarla al máximo. Necesitamos cuidar nuestra vida, valorarla y amarla, luchando por ella desde sus inicios hasta su término natural (Cf. PDP # 374), buscando la mejor calidad de la misma (Cf. PDP # 350). Como iglesia diocesana, confesamos que la resurrección da nuevo sentido a la vida del hombre y le anima a alcanzar la vida plena (Cf. PDP # 402 y 392). Nuestra vida debe ser digna, alegre, comprometida, sencilla, respetuosa, solidaria y amable.

2. EL AMOR: Si Jesús soportó los insultos, los burlas, las blasfemias y murió en la cruz por nosotros fue solo por amor. El amor nos hace hermanos, nos hace solidarios, nos hace vernos iguales y defendernos unos a otros. El amor está al servicio de la persona (perdona, cree y soporta sin límites) y supera todo aspecto negativo (no es egoísta, no es descortés, no tiene envidia). El amor busca ser una actitud de servicio, de entrega, de donación total de sentimientos, de ideas, de sueños y de los proyectos más nobles y gratificantes para la persona. El amor eleva la dignidad de la persona y la enriquece cuando es mutuo. El amor tiene que ser un compromiso diario, constante y eficaz. Como iglesia diocesana, afirmamos que Dios nos creó para vivir en comunión de amor, cuya fuente y culmen es el mismo misterio trinitario (PDP # 347).

3. LA LIBERTAD: Si Cristo murió fue para hacernos libres, para quitarnos las ataduras del pecado, de la muerte, del mundo y del mal. Así mismo quiere que nos mantengamos libres: lejos del alcohol, las drogas, la prostitución, las mentiras, los robos, las hechicerías, los amuletos, etc. En este sentido, no hay libertad sin conciencia, y por ello para ser auténticamente libres debemos estar concientes de esta libertad, creérnosla y llevarla a cabo (Cf. PDP # 398). Es una libertad no ilimitada sino encauzada, orientada y elevada por los valores del bien, la verdad y el amor. Como iglesia diocesana, creemos que Jesucristo fue enviado para anunciar la buena nueva a los pobres y la liberación a los oprimidos (Cf. PDP 394).

4. LA JUSTICIA: Es la lucha por la vida y el respeto de los derechos del otro (Cf. PDP # 374). La justicia es la igualdad en dignidad como personas. Todos valemos lo mismo, todos somos importantes, todos somos libres, todos tenemos los mismos derechos, todos debemos ser aceptados y tomados en cuenta. Nadie es superior a otro, nadie está por encima de los demás, todos somos iguales y somos hijos de Dios. Como iglesia diocesana, creemos que la justicia va de la mano con la solidaridad y el amor (PDP # 376).

5. LA VERDAD: La verdad los hará libres, esa verdad que brota de la Cruz y se confirma en la Resurrección, la verdad sobre el amor, el respeto y la justicia, es una verdad que incomoda a muchos pero que hace vivir una vida plenamente humana y digna. La verdad sobre la vida, la persona y la familia alimenta y fortalece la misión de la Iglesia y nos impulsa humanizar y cristianizar el mundo inmerso de mentiras. La mentira destruye y debilita, la verdad construye y fortalece las relaciones humanas, potencia la amistad y la confianza. La verdad se define en orden al bien y al amor por las personas. Como iglesia diocesana, creemos que Jesucristo es la única verdad que salva, ilumina y hace libre a todo el hombre (PDP # 392).

6. LA SOLIDARIDAD: Quien ha resucitado con Cristo no puede permanecer indiferente ante las necesidades de los demás jóvenes que viven en la indigencia, en la pobreza, en la analfabetización, en las injusticias, en las drogas, en los vicios, en la emigración y el desempleo. Necesitamos tener los mismos sentimientos unos con otros, reír con los que ríen y llorar con los que lloran (Rm 12, 9-18), sentirnos una misma y sola comunidad, y echarnos la mano unos con otros. Ser solidarios significa padecer la misma suerte que el otro y no sólo es resolver el problema inmediato sino la auténtica lucha por derrocar estructuras injustas de pecado. La solidaridad nos tiene que impulsar a buscar el bien común y actuar a favor de los demás (Cf. PDP # 351). Por ello, como iglesia diocesana, estamos convencidos que la solidaridad es la expresión operante de la caridad, y con ella, la comunidad se vuelve protagonista de su historia (PDP # 353).

7. LA ALEGRÍA: Es una emoción que brota del corazón y te hace sentir bien por algo positivo que ha pasado. Es aquella situación emotiva que surge de una buena noticia recibida, por haber terminado satisfactoriamente algo o por haber alcanzado un bien tan esperado. Nosotros estamos felices porque Cristo está vivo, porque nos comunica su vida, nos da la libertad y nos concede el perdón, es una gran noticia la que hemos recibido y tenemos que decir, junto con María y los apóstoles: ¡ES EL SEÑOR! Esa alegría no sólo es nuestra, tenemos que comunicarla a los demás jóvenes, tenemos que decirles que Jesús quiere darnos una vida plena y en abundancia, alejada de las drogas, la pornografía, la prostitución y el alcohol. Como iglesia diocesana, creemos en las buenas noticias de salvación para los pobres, noticias que dan alegría y sentido a nuestra vida. (Cf. PDP # 394)

8. EL SERVICIO: Indudablemente que el servicio es el culmen de esta resurrección, YO no he venido a ser servido sino a servir y dar la vida por los demás. Un servicio que se trasforma en acción, en obras, en compromisos, en hechos. No son puras palabras sino testimonio vivo, testimonio de entrega amorosa del don sagrado de la vida. Los servicios que como jóvenes podemos dar a nuestra Iglesia diocesana son distintos: catequistas, celebradores, lectores, monitores, coros, salmistas, monaguillos, colectores, etc. Como iglesia diocesana, queremos que nuestra acción pastoral sea expresión y fruto del esfuerzo comunitario de todos los que integramos esta Iglesia de Tuxpan, en la que se definen, desarrollan e integran armónicamente los diferentes dones, carismas, ministerios, áreas, niveles, estructuras y medios, al servicio de la Evangelización. (PDP # 455)

9. EL RESPETO: Un fruto indiscutible de la resurrección es el respeto que como personas nos merecemos, porque el fundamento de los derechos humanos es la dignidad de la persona (PDP # 348), que como tal, es única, irrepetible e insustituible. El respeto brota de la dignidad y la dignidad viene de Dios. Todos somos hijos y a la vez hermanos, por ello, cada persona merece su lugar, su valoración, su aceptación y su amor. El respeto no sólo es un deber sino un derecho, y no solo un don sino también una tarea y cada quien debe contribuir a respetar y darse a respetar ante los demás. Valoremos la dignidad de la mujer (PDP # 339), tan pisoteada y denigrada en nuestras comunidades. Respetemos también los diferentes modos de ser y las diversas identidades de todos los jóvenes en nuestras parroquias. Como iglesia diocesana, asumimos la defensa de los derechos humanos como un compromiso de los hijos de Dios (PDP # 349).

10. LA LUZ: Dios nos invita a brillar en las tinieblas, a ser luz con nuestra vida de los misterios de Cristo resucitado. No tengamos miedo de arriesgar nuestra vida por el proyecto de amor más grande que pueda ser realizado: Cristo Jesús. Que alumbremos a nuestros hermanos todavía en la oscuridad de las cartas, de los amuletos, de los signos zodiacales, de los hechizos, de la guija... con nuestra alegría, la verdad y la justicia. Como iglesia diocesana, creemos que a partir de la resurrección se comprende mejor el misterio del hombre y de la mujer (PDP # 397).


TEMA PARA LA CONVIVENCIA DE PASCUA
P. CRISPIN HERNÁNDEZ MATEOS

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